1/11/09

BUCAREST, LA MEMORIA PERDIDA. Coloquio con Albert Solé en la Societat Cultural Amics de la Vall


Fotos: Albert Solé con Rosario Benavent, Presidenta de la Societat Cultural Amics de la Vall

La Societat Cultural Amics de la Vall programó en la Biblioteca Municipal de la Vall d’Uixó la proyección de la película documental “Bucarest, la memoria perdida”, una reflexión sobre la memoria, la familia, y la vida de Jordi Solé Tura a partir del diagnóstico de su enfermedad de alzhéimer, que borra todo tipo de recuerdo.

Tras la proyección de este trabajo, que fue distinguido con el premio Goya al mejor documental 2008, se contó con la participación de su director Albert Solé, que explicó las razones que le empujaron a documentar el proceso de la enfermedad de su padre, el político Albert Solé Tura.

Albert Solé Bruset (Bucarest, 2 de abril de 1962) es un periodista y director de documentales. Es hijo de Jordi Solé Tura.

Licenciado en Ciencias de la Información, ha efectuado diversos cursos de formación audiovisual. Ejerció como periodista en distintos medios escritos, y después como reportero televisivo en las cadenas públicas, TVE y TV-3, especializado en temas sociales.

Desde el año 2000 ha dirigido los documentales:

2002: Historias de agua
2004: El Cordobés, la España de los milagros
2004: El sueño del agua
2006: En la cárcel confidencial
2006: La Mente del violador
2008: Bucarest, la memoria perdida

Bucarest, la memoria perdida es la película ganadora del Premio Goya 2009 a la mejor película documental, un documental de 80 minutos sobre la memoria. Narra la búsqueda personal que hace Albert (un periodista nacido en el exilio en 1962) por recuperar sus propias raíces, enmarcadas entre un doble exilio. Su padre, el político español Jordi Solé Tura, que acabaría convirtiéndose en figura clave durante la Transición Española, fue obligado a exiliarse a finales de los años 50. Ahora, tras una vida repleta de experiencias políticas y personales apasionantes, Jordi ha iniciado un nuevo exilio interior, esta vez sin posibilidad de retorno: lucha contra el Alzheimer. Un documental autobiográfico del director Albert Solé.

Bucarest, la memoria perdida es una mirada honesta, cariñosa y melancólica hacia las etapas de la vida que se van dejando atrás, hacia la política, y hacia la familia, ante la impotencia de conservar las cosas importantes o transformarlas, de alguna manera, en imperecederas. Y, por supuesto, es además la constatación de una enfermedad. Para Albert Solé es “muy difícil hacer una película documental, requiere mucho esfuerzo y dedicación; es más difícil aún si esta película es sobre tu propio padre; debe de ser más difícil todavía si este padre es toda una personalidad en la historia y en la política de un país; e imagínense si además esta persona sufre una enfermedad como el alzhéimer, que borra todo tipo de memoria.” .

“Durante años intentamos evitar la palabra maldita, Alzhéimer. Nos costó entender las señales de alarma. Los recuerdos de mi padre se desvanecen. Y con ellos, las respuestas a tantas incógnitas sobre los orígenes. Los suyos, y los míos”.

“Si alguna vez he tenido la sensación de que tenía que hacer algo, de que lo iba a hacer, sí o sí, ha sido esta vez. Yo soy muy de corazonadas, y cuando me cuadraron todos los elementos que necesitaba en mi cabeza para decir ‘ahora es el momento’, entonces ya no tuve ninguna duda. Era un proceso que tenía que hacerse y, además, dejé de hacer cualquier otro trabajo para eso. El último año de mi vida lo he dedicado en cuerpo y alma a eso. Pedí un crédito para poder financiarme y poder comer, y en ningún momento tuve la más mínima duda. En el momento que supimos que mi padre tenía la enfermedad, necesitamos un tiempo para asimilar, para entender lo que significaba, en términos de organización de tiempo y, sobre todo, de emociones, y luego un día me di cuenta de que mi padre ya no reconocía a mi hija, a su nieta, y ese día dije: ‘Ahora’”.

“Mi padre se estrenó como parlamentario, un nuevo oficio que prácticamente no abandonaría durante treinta años. [...]. Un día, a Jordi le encargaron una misión muy especial: Ser uno de los siete redactores de la Carta Magna de la nueva democracia. Tardé un tiempo en acostumbrarme a tener una nueva hermana, que se llamaba Constitución Española”.